lunes, 27 de octubre de 2008

~ Saludos ~

Esto no es un blog Pro Ana y Mía. Sólo busco apoyo de gente como yo, que me entienda y me comprenda, que quiera compartir sus momentos junto mi vida

"Quiero hacerlo. Debo hacerlo. Ser fiel a alguien que desea lo mejor para mí, que su única recompensa es poder contemplar mi rostro feliz. Caí en un pozo de donde no puedo salir y por ello me oculto en las opacas sombras con desaliñados ropajes y la mirada perdida en el horizonte"

¿Cuándo dejé de ser yo? ¿Cuándo sucumbí en el eterno sueño? ¿Cuándo dejé que este miedo me inundara de tal forma?
Sí, he perdido el rumbo, estoy completamente sola en este pequeño jardín de rosas marchitas que yo misma he creado con el tiempo.
La belleza de un cuerpo muerto que nunca conseguiré, las lágrimas de repugnancia que nunca dejarán de fluir. Este tipo de cosas son las que me forman como persona que teóricamente soy.

Dos amigas inseparables para muchos de nosotros. Dos amigas que quiero volver a juntar con el tiempo, Ana y Mía.
La gente suele hablar mal de ellas, pero yo no creo que sea así. Cada uno elige a sus amigos ¿verdad? Y cuando hace tal acción decide compartir o no su vida, sus vivencias y sus miedos con ellos. Yo las elegí, no sé en qué momento pero lo hice. Creo que en realidad no era consciente, quizá no lo soy aún ahora, pero cada verso que leo, cada imagen que contemplo, cada acontecimiento que presencio me persigue hasta atraparme en un vorágine colosal que me traga lentamente.

¿Estoy enferma? No, creo que no, puedo no hacerlo porque yo tengo el control de mi cuerpo. Todos aquellos murmullos que escucho a mi alrededor, en televisión, en Internet sobre lo malo que puede llegar a ser no son más que mentiras. Al menos, no lo es si sabes controlarlo... ¿no?

Una vez al día, dos, tres o a veces ninguna, no hay un número concreto que podamos seguir. Cuando terminas cierras los ojos y te prometes a ti misma una y otra vez que vas a estar una semana sin a penas comer, por mucho que te cueste... pero la realidad es que a los tres días no puedes más y caes en la peor de las tentaciones. Sucumbes de pronto y te odias... te odias tanto, no podéis ni imaginarlo.

Me gusta comer, creo que como a todos. Hay muchas cosas con buen sabor, pero a la vez me da un miedo enorme pensar que subiré de peso y no podré volver atrás. Me siento bien cuando mi abdomen ruge como el viento en medio de una tormenta, cuando grita pidiendo comida y yo simplemente le ignoro, intentando que no haga demasiado ruido para que los demás no lo oigan. Es como disfrutar de unas alas que te llevan lejos, muy lejos, sin temer a nada.
Sin embargo, a veces este tipo de cosas cambian y llega el momento en que tragas un par de trozos de carne. Ese es tu final y lo sabes.
El aire pesa en todo tu cuerpo y parece que te encierres en una jaula que te asfixia segundo tras segundo. Tu mente te da fuertes golpes repitiendo por una parte "No debo hacerlo" y la otra, mucho más fuerte "¡Hazlo!". La respiración se acelera y sientes náuseas, pero pronto surge una sonrisa de tus labios.

Sigilosamente te mueves por la casa, camino hacia el baño mientras dices en voz alta que vas a por el móvil, libros o cualquier cosa que se te ha olvidado en el piso de arriba. Te encierras, te arrodillas y tus dedos se deslizan por la cavidad bucal una vez y otra, sin importar nada. ¿Remordimientos? No, felicidad. Te calma, te sientes mejor, nuevamente libre.

Quiero ser como siempre he deseado, que los huesos sobresalgan más, que pueda deslizar mis dedos y sentirlo bajo la yema de éstos. Y no te confundas, no busco la perfección de esta maldita y decadente sociedad, sólo busco ser yo misma, mi propia y única perfección.

Agradecería mucho que la gente dejara comentarios y me siguieran en el largo camino que quiero emprender. A partir de ahora podéis llamarme Shie, Bliss o Shie Bliss.

Un placer estar entre vosotros.